"El desierto tiene muchos recursos para someter a quien viola sus secretos. Puede recurrir a un calor tan abrasador como para hacer que la piel arda igual que el papel, disolver los ojos o licuar los huesos. Puede ensordecer a uno con el silencio, aplastarlo con su desolación, modificar el tiempo y el espacio de manera tal que quienes lo crucen pierdan el sentido de la orientación, hasta el punto de no saber dónde están ni quiénes son. Puede inventar espejismos de sobrecogedora belleza, como una cascada, o un frondoso oasis, y hacerlos desaparecer en cuanto parece que uno está a punto de tocarlos, de volverlo loco de frustración. Puede alzar dunas montañosas para bloquear el paso, adoptar formas laberínticas de las que no exista la más remota esperanza de escapar. Sin embargo, de todas las armas de las que dispone el desierto, ninguna es más poderosa ni más contundente por su capacidad de destrucción, que la llamada la Ira de Dios: la Tormenta de Arena."
El enigma de Cambises, Paul Sussman.
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