"- No te vayas, pequeña Chyo -me dijo Hatsumono-. Quiero enseñarte algo. Es esa jovencita que ves allí, la que está saliendo por la puerta. Se llama Ichikimi.
Miré a Ichikimi, pero no parecía que Hatsumono tuviera más que decirme sobre ella.
- No la conozco -dije.
- No, claro que no. No tiene nada especial. Es un poco tonta y más torpe que un tullido. Tan sólo creí que te parecería interesante saber que ella será geisha y tú no.
No creo que Hatsumono pudiera haber encontrado nada más cruel que decirme. Llevaba ya un año y medio condenada a los pesados trabajos de una criada. Sentía que mi vida se extendía ante mí como un largo camino que no llevaba a ninguna parte. No diré que deseaba convertirme en geisha; pero tampoco quería seguir siendo una criada el resto de mis días."
Memorias de una geisha, Arthur Golden.
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