"Pensó, naturalmente, que nunca había olido nada tan hermoso. Sin embargo, como conocía los olores humanos, muchos, miles de ellos, olores de hombres, mujeres y niños, no quería creer que una fragancia tan exquisita pudiera emanar de un ser humano. Casi siempre los seres humanos tenían un olor insignificante o detestable. El de los niños era insulso; el de los hombres consistía en orina, sudor fuerte y queso; el de las mujeres en grasa rancia y pescado podrido. Todos sus olores carecían de interés y eran repugnantes... y por ello, ahora ocurrió que Grenouille, por primera vez en su vida, desconfió de su nariz y tuvo que acudir a la ayuda visual para creer lo que olía. La confusión de sus sentidos no duró mucho; en realidad sólo necesitó un momento para cerciorarse óptimamente y entregarse de nuevo, sin reservas, a las percerpciones de su sentido del olfato. Ahora olía que ella era un ser humano, olía el sudor de sus axilas, la grasa de sus cabellos, el olor a pescado de su sexo y lo olía con el mayor placer. Su sudor era tan fresco como la brisa marina; el sebo de sus cabellos, tan dulce como el aceite de nuez; su sexo olía como un ramo de nenúfares; su piel, como la flor del albaricoque... y la combinación de estos elementos producía un perfume tan rico, tan equilibrado, tan fascinante... (...). Era la belleza pura."
El perfume, Patrick Süskind.
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